Han pasado varias semanas desde que vine de África después de vivir mi primera experiencia de voluntariado en un dispensario-ambulatorio de Arusha (Tanzania). Y me he dado cuenta de que la vida que llevamos es una vida llena de agobios. Nos quejamos por problemas que en verdad no lo son. Creamos problemas nosotros mismos que podemos solucionar. Hacemos cosas por quedar bien. Herimos a personas que hemos querido. Pensamos más en el qué dirán que en lo que de verdad nos gustaría hacer. No sabemos estar solos y buscarnos afecto a la primera de cambio.
«Tenemos que aprender de ellos, y no ellos de nosotros»
Me he dado cuenta que tenemos que aprender de ellos, y no ellos de nosotros. He visto que viven un verdadero y leal Hakuna Matata. Se preocupan por problemas reales, no por problemas superficiales y absurdos, dan importancia a las personas que en algún momento han sido importantes en su vida y no las pierden. Crean relaciones de amistad sanas y verdaderas, encuentran el amor y luchan por esa relación dando lo poco que tienen a la otra persona dejando de lado lo material. Disfrutan de lo que tienen y lo valoran, ayudan al prójimo como si fuera de su propia familia, agradecen lo que se les da indistintamente de lo insignificante que sea y, a pesar de los palos que les haya dado la vida, pintan una sonrisa todas las mañanas para salir adelante.
Desde mi experiencia he visto cómo luchan por conseguir prosperar, y algunos te dicen ‘quiero llegar a ser como tú mushungu (hombre blanco), sin embargo, yo quiero llegar a ser como ellos. Tenemos mucho que aprender, añoro Tanzania y su filosofía de vida, su gente y su buen rollo sea cual sea la hora del día. Ahora estoy segura que he elegido la profesión más bonita del mundo y que lo que más me gusta hacer es cuidar. Espero poner en práctica la mitad de todo lo que aprendí.
¡ASANTE SANA, TANZANIA!
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