
Aunque al principio se llega, normalmente, con una sensación de miedo, cuando conoces a la gente, tanto a los otros voluntarios como a los responsables del proyecto y a los niños en especial, es muy fácil adaptarse y estar a gusto. El tiempo pasa muy rápido. De hecho, de lo único de lo que me arrepiento es de haber estado sólo dos semanas, porque volví con ganas de más, tanto que pienso repetir la experiencia en el futuro.

Mi experiencia en la Aventura Solidaria en Guatemala ha sido una montaña rusa de emociones y aprendizajes. Al principio, admito que me invadía cierta sensación de miedo al enfrentarme a lo desconocido, pero rápidamente esa incertidumbre se desvaneció al conocer a las personas que conformaban este maravilloso proyecto.
Tanto los otros voluntarios como los responsables del proyecto y, sobre todo, los niños, me recibieron con los brazos abiertos y una calidez que hizo que me sintiera como en casa desde el primer momento. La facilidad con la que me adapté al entorno fue sorprendente, y el tiempo parecía volar mientras me sumergía en esta experiencia única.
Regresar a casa después de solo dos semanas fue, sin duda, mi mayor arrepentimiento. La conexión que establecí con los niños y el impacto que sentí que estábamos logrando juntos en sus vidas me dejó con un deseo insaciable de más. Ya estoy planeando mi regreso para continuar con esta aventura solidaria en el futuro.
Lo que más valoré durante mi estancia fue el trato con los niños. Su gratitud, educación y calidez me conmovieron profundamente. Me atrevería a decir que su actitud superó todas mis expectativas y dejó una huella imborrable en mi corazón. Ver su alegría y felicidad a pesar de las adversidades fue verdaderamente inspirador y gratificante. Sin duda, esta experiencia me dejó con un sentimiento de total satisfacción y la certeza de que volveré para seguir contribuyendo al bienestar de estos niños maravillosos.








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