Neus: «Hay que adaptarse a su realidad sin imponer la nuestra como única y verdadera»

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Neus: «Hay que adaptarse a su realidad sin imponer la nuestra como única y verdadera»

Siempre me ha gustado viajar sola. Lo hago desde que era bastante jovencita. Es como mi momento del año. Esta vez quería probar África, por lo que decidí escoger Zanzíbar porque me ofrecía bastante seguridad por el hecho de ser un destino bastante turístico. Prefería eso que irme a Gambia o Uganda. Y qué mejor que ir allí para colaborar en una buena causa. Movida por el deseo de realizar un voluntariado fuera de mis fronteras, me embarqué en vivir esta experiencia con Cooperatour.

¿Cómo es un voluntariado en Zanzíbar?

En concreto, realicé mi voluntariado en Zanzíbar en una escuela de educación infantil situada en Stone Town. Una escuela que parecía una caja de zapatos. Estaba formada por tres clases, dos de las cuales no tenían mesas ni sillas, por lo que los niños tenían que sentarse en el suelo para estudiar. La otra tenía mesas y sillas, pero quizá en cada mesa había 2-3 niños. La precariedad era palpable.

Los niños -súper cariñosos- de 4-5 años empezaban con el abecedario, y los grandes (6-7 años) ya escribían. Como eran muy pequeños, repasábamos el vocabulario de la fruta, los colores, los planetas… Básicamente trabajaba con ellos en inglés, ya que en suajili era imposible con lo poco que pudimos aprender durante esos días.

Taller de educación dental

Como soy odontóloga, también hice un taller de higiene dental para intentar transmitir a los niños mis conocimientos sobre el tema. Repasamos vocabulario sobre los dientes, les expliqué cuándo hay que lavárselos, les hice una lista de qué alimentos es recomendable comer y cuáles no… Un poco de educación dental.

«Las maestras vendían golosinas a los niños»

Visto lo visto, era una necesidad allí. Y es que algo que me sorprendió mucho es que las profesoras vendían golosinas a los niños a la hora del patio. Aparte, también les hacían una especie de sopa y los niños traían de casa como una especie de fiambrera con patata, fruta u otros alimentos para acompañarla. Pero veías a los niños pequeños comprando chucherías con sus monedas.

A mí me impactó muchísimo porque las profesoras me explicaban que vendían las golosinas a los niños para sacarse un sobresueldo. Al parecer la escuela se sostenía gracias a la aportación de voluntarios y subvenciones de ONGs, por lo que las profesoras cobraban gracias a esto también, pero como recibían poco dinero necesitaban un complemento.

Yo, evidentemente, entendía la realidad y la postura de ellas, pero les transmití que podrían venderles otra cosa que no sean chucherías. Más aún teniendo en cuenta la riqueza de frutas y frutos secos que tiene Zanzíbar. Alimentación sana. De este modo, los niños (ya de muy pequeños) tenían la boca hecha un desastre. La mayoría tenían flemones, caries, dolor de muelas…

Ellas entraban en la comodidad por el hecho de saber que a los niños les encantan las chucherías y, por tanto, si les ofrecían eso venderían más. Yo lo hablé con las dos directoras de las escuelas en las que estuve (el último día de la primera semana fui a pintar otra escuela), e incluso me ofrecí a darles información sobre qué alimentos serían más recomendables, sobre cómo implementar algún conocimiento dietético… Pero no hubo resultado.

Intercambio cultural sin juicios ni prejuicios

Hay que entender que ellos tienen otra realidad, otras necesidades, así que opté por tomármelo de otra manera y no frustrarme. Solo aporté la información para que, una vez la tuviesen, ellos hiciesen la reflexión y el análisis pertinente. En definitiva, hay que saber adaptarse a su realidad sin intentar imponer la nuestra como única y verdadera, que es lo que solemos hacer. Pero, en este caso, como yo me dedico a esto sé que la caries es 100% prevenible.

Desde luego, una de las cosas que me llevo después de realizar este voluntariado es haber podido vivir su propia realidad. Intenté aportar mis ganas de trabajar y estar con ellos. Intercambio cultural sin juicios ni prejuicios. Es evidente que nosotros no podemos ir allí y cambiar su forma de ver las cosas de un día para otro.

¿Qué te ha aportado el voluntariado en Zanzíbar?

Siento que este voluntariado me ha aportado muchas cosas, sobre todo a estar agradecida con la vida que tengo, ya que no todo el mundo tiene esa misma suerte. Aunque está en nuestras manos cambiarlo. He vuelto con muchas ganas de seguir trabajando por este mundo. De hecho, en octubre empiezo un máster de cooperación internacional y acción humanitaria. Ya estaba matriculada antes de realizar el voluntariado, pero este viaje ha sido como el argumento que me ha hecho darme cuenta de que esto es lo que realmente me motiva.

Así pues, la valoración que extraigo es positiva. Mucha gente piensa que no es necesario irse fuera para ser solidario y tiene su parte de razón, pero el hecho de hacerlo fuera te abre mucho la mente y te permite mezclarte con otras realidades y culturas muy diferentes a la tuya. Como he dicho anteriormente, vuelves agradecida con lo que tienes y quieres seguir movilizándote porque el mundo cambia.

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