Cuando era pequeñita, en una carta a los Reyes Magos, pedí una muñeca de piel negra en vez de una de piel blanca. Puede parecer una tontería, pero en ese momento fue donde quizás empezó mi maravillosa historia con el continente africano. Siempre había tenido esa motivación de encontrarme con una cultura diferente para saber que hay más mundo aparte del mío.
Sabía que tenía que saciar esa curiosidad, y como África era mi predilección, creí que la mejor manera de conocerla era ayudando al prójimo; realizando un voluntariado. Pese a que vi que también trabajabais en diferentes países de Asia y Latinoamérica, cuando vi vuestro proyecto médico en Tanzania supe que tenía que cumplir este sueño. Me apetecía vivir esta experiencia para poner mi granito de arena de alguna manera y conocer nuevas personas, nuevas culturas, nuevas miradas.
Voluntariado médico en Arusha
Así pues, cogí el avión y me fui a Arusha. Allí realicé un voluntariado médico de dos semanas. Durante la primera, estuve en un dispensario-ambulatorio que contaba con escaso personal (tres médicos y tres enfermeros) intentando transmitir mis conocimientos y realizando tareas tales como la atención al paciente o la atención ambulatoria. Lo cierto es que me sorprendí gratamente ya que, más o menos, contaban con los mismos recursos que en España, pero en cantidades mucho más pequeñas. Tenían antiinflamatorios, analgésicos, antibióticos… Lo básico. Me extrañó muchísimo que no se trabajase con guantes, ya que ello facilita la transmisión de enfermedades entre personas.
Aproximadamente, allí se atendía a unos 20 pacientes diariamente, que podían ser tanto niños como adultos. Se trataban las afecciones más leves y, si no se conseguía un buen tratamiento, se les derivaba al hospital. El diagnóstico de las enfermedades era bastante precario. No se hacían muchas pruebas para estudiar entre diferentes posibilidades sino que, por ejemplo, para diagnosticar una neumonía en un niño era suficiente con auscultarlo, escuchar la versión la madre y saber su edad. No se hacía una radiografía para detectar la lesión en los pulmones ni nada por el estilo.
Eso sí, los martes y los jueves se les pesaba y vacunaba. Aunque la sanidad tanzana sea privada, las vacunas son gratuitas allí. Las financia el gobierno. Fue algo que también me sorprendió positivamente.
La segunda semana estuve colaborando en un hospital que contaba con distintas áreas de especialización: obstetricia/ginecología, pediatría, maternidad, radiología, odontología y actividades de atención, tratamiento y coordinación para personas que tienen VIH, y un quirófano. Yo escogí el área pediátrica y me encargué de tareas más administrativas. Estuve visitando y explorando a los niños que estaban ingresados y redactando el estado y progreso de los pequeños con el paso de los días.
En el hospital había un abanico de casos más variopinto que en el dispensario-ambulatorio. Las patologías que más me encontré fueron neumonías, diarreas y desnutrición.
También estuve en la sala de emergencias de fracturas. Allí observé cosas realmente espeluznantes. Por ejemplo, vi cómo un niño de 9 años rabiaba de dolor con el húmero fracturado mientras le intentaban recolocárselo sin anestesia ni nada. En ese momento es cuando te das cuenta de la falta de educación de la población y la falta de conocimientos y suministros médicos que tienen en Tanzania, en este caso, y en muchos de los países donde vosotros trabajáis.
«Es una experiencia muy enriquecedora»
Tengo claro que yo no fui a salvar el mundo, pero sí a ver otra realidad para ver lo afortunada que soy. Ver la inocencia con la que te miran esos niños no tiene precio. Tienen un brillo especial en los ojos. Con esta experiencia ayudas a alguien, pero también te ayudas a ti misma, ya que es algo muy enriquecedor.
Dedicar tu tiempo, tu energía y tus ganas de ayudar a los demás en comunidades de este tipo tiene un valor incalculable. Son experiencias que te marcan de por vida. Ahora solo me planteo seguir volando. Hacer voluntariado en otros sitios (me gustaría hacer uno al año). Viajar y cooperar para intentar formar un mundo un poquito más justo.
¡HAKUNA MATATA!
Te invitamos a revivir el Live que hicimos en Instagram con Maddalen mientras estaba realizando el voluntariado médico en Tanzania:
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